El cuarto largometraje de Berlanga es seguramente uno de los más populares de su filmografía y también, pese a su aparente tono de luminosa fábula de fraternidad, uno de los más teóricos y misteriosos. Calabuch se ubica en un idealizado espacio de supervivencia. Incrustado, junto al mar, en la dolida España franquista, el escenario de concordia habitado por gente sencilla, afable y solidaria, es el refugio último de los apátridas. Aunque parece que le da la espalda, «Calabuch» mira otra vez con cínica atención a la España rota del franquismo para diseccionarla y juzgarla con severidad