HOY:
Miércoles 24 de Abril de 2024 /
Abierto de 10 a 14h y de 16 a 20h
Hasta el 4 de junio
Exposición temporal
La revuelta de la razón
Joyas de la Biblioteca del MuVIM
Gratuita
Fit for English speakers
Los volúmenes originales de la Encyclopédie y algunas obras señeras de los ilustrados se pueden ver ahora convenientemente contextualizadas en una relectura museográfica que destaca el papel político y transformador que jugó la Ilustración en el nacimiento del mundo moderno.

Cuentan que, cuando una dama de la aristocracia se negó a creer que la obra de los ilustrados hubieron tenido algo que ver con la Revolución francesa, el escocés Thomas Carlyle, señalando los volúmenes del Encyclopédie, le dijo con brusquedad: «¿ve usted esos libros, señora mía»? ¡Pues la segunda edición de cada cual de ellos se encuadernó con la piel de los que se habían reído de la primera!».

A estas alturas nadie duda que las revoluciones americana y francesa, que cambiaron el mundo de forma irreversible, fueron precedidas por una «revolución de la mente»: un lento pero progresivo cambio de ideas que tuvo lugar a lo largo de los siglos XVII y XVIII propiciado por diferentes libros escritos por los llamados philosophes: pensadores que querían cambiar el mundo a través de la razón propalando ideas tan «revolucionarias» como la de la igualdad de todos los hombres y mujeres. Todo un anatema en un mundo estamental y jerárquico donde algunos (la aristocracia) disfrutaban de una riqueza y de unos privilegios negados a la mayoría (la plebe) y donde los reyes lo eran por designio divino.

Acabar con los presores, los fanáticos y los intolerantes

La idea inicial era preparar una versión francesa de la Cyclopaedia de Ephraim Chambers (1728), que había sido todo un éxito de ventas en Inglaterra. Pero después de diferentes avatares que echaron a perder la idea seminal, el editor André Le Breton encomendó la empresa a Diderot y d'Alembert, que transformaron por completo el proyecto.

La finalifaf de una enciclopedia —se dice en la propia Encyclopédie— es reunir los conocimientos dispersos por la faz de la tierra, exponer el sistema general a los hombres con quienes convivimos y transmitir a los hombres que vendrán después de nosotros

Esa era la intención declarada de la obra. Pero había, también, propósitos más sibilinos: en una carta escrita el 1762 a Sophie Volland, Diderot afirmaba que «esta obra seguramente producirá con el tiempo una revolución en las mentes, y espero que los tiranos, los opresores, los fanáticos y los intolerantes no ganen. Habremos servido a la humanidad»

En el principi fue Descartes

Todo empezó en realidad un siglo antes, cuando René Descartes publicó su Discurso sobre el método (1637). Allí afirmaba que no se creería nada si no había llegado él misma a la conclusión que era cierto. Ahora parece una sandez, pero entonces era una idea peligrosa, porque quería decir que no se fiaba de lo que habían dicho otros antes de él, ya fueran Aristóteles, Cicerón o Séneca. O la Biblia, por ejemplo. Aquel principio podía conducir a la herejía.

Pero aquella máxima cartesiana tenía sentido en el contexto histórico en que se formuló: en el siglo XVII Europa se desangraba en guerras de religión, donde se mataban entre ellos cristianos que aseguraban creer en el mismo Dios y leer las mismas escrituras reveladas. Para asegurar la paz civil era imprescindible, pues, encontrar un método adecuado para descubrir una verdad indubitable que todos pudieran aceptar.

Todo mi propósito —aseguraba Descartes— era buscar una base segura y rechazar las tierras movedizas y la arena para encontrar la roca o la arcilla

Aquellas diferencias religiosas que se expresaban violentamente incluso dentro de cada país explican también la decidida apuesta que otro filósofo inglés, John Locke, hizo a favor de la tolerancia religiosa y, sobre todo, de la separación entre Iglesia y Estado, como dejó escrito a su Carta sobre la tolerancia (1689).

Un movimento también politico

Se trataba, pues, de reorganizar el mundo atendiendo exclusivamente a principios racionales. La enciclopedia de Diderot y d'Alembert buscaba ofrecer una visión racional, no teológica, del mundo y de la vida. Pero la Ilustración no era una cuestión meramente intelectual ni cosa de cuatro eruditos: era un movimiento reformista que postulaba el igualitariste jurídico y que defendía la aplicación de principios racionales para mejorar la vida de la gente en este mundo, no en el más allá. Esto era el progreso. La Ilustración fue, por lo tanto, un movimiento decididamente político, no neutral, con una clara voluntad intervencionista en la sociedad y en la política.

Pestífera filosofia

Es evidente que no todo el mundo quería que las cosas cambiasen. Fueron precisamente los intentos de racionalizar la religión —depurándola de prácticas supersticiosas y limitando su influencia sobre la sociedad civil— aquello que más enfureció los apologetas cristianos, que se lanzaron en tromba a combatir las innovadoras ideas de aquella filosofía que no dudaron en calificar de «impía» y «pestífera» porque amenazaba «reyes, autoridades y religión», como se decía en una obra titulada Preservativo contra la irreligión o los planes de la filosofía contra la religión y el Estado, que ahora se puede ver en esta exposición, ubicada en la Sala Baja del MuVIM.

De 13/05/2023 hasta 4/06/2023
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Libros que cambiaron el mundo

El MuVIM conserva en su Biblioteca algunos libros de los siglos XVII y XVIII que son auténticas joyas del arte de la impresión, como por ejemplo un ejemplar original de la Encyclopédie de Diderot y d'Alembert. Lejos de ser solo curiosidades bibliográficas, se trata de libros que contribuyeron decisivamente a cambiar el mundo. A crear un nuevo mundo: el nuestro, en el cual la vida en común está ordenada de la manera más racional y democrática posible. Ahora, el museo ha querido mostrar al público algunas de esas obras, pero poniéndolas en su contexto. Es decir, explicando de una manera sucinta como y de qué manera cambiaron nuestra forma de pensar. De vivir y de ver la vida. Para que nunca olvidemos que conseguir los derechos que disfrutamos costó siglos, pero perderlos podría ser solo cuestión de años.

 

Biblioteca MuVIM

Lugar

Sala Alfons Roig
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