La vida es como una cadena continua unida por los eslabones de nuestra experiencia, y en este momento es cuando quiero revelar el mensaje que contemplamos en estos trabajos. Como veréis, los símbolos o signos no son más que letras escogidas al azar de las diferentes lenguas que, aunque no son en su mayoría legibles para mí, todo lo contrario, sí que guardan una relación muy estrecha con mi vida. Son parte de los alfabetos de las lenguas o idiomas, como mejor os parezca, que sí han sido y siguen siendo parte de la historia de mi vida: TAILANDÉS, ARMENIO, ÁRABE, HEBREO, CINGALÉS, NEPALÍ, HINDI, TAGALO, BIRMANO, CHINO CLÁSICO, entre otros.
Sí, cada una de las caligrafías representadas en esta colección, que de alguna manera podría llamarse, reitero, “una pequeña torre de Babel”, son vínculos de mis vivencias a través de casi 42 años.
Llegando a este punto no quiero aburrir al público. No lo pretendo, aunque el idioma en el que estemos comunicándonos esté sujeto a nuestro abecedario, pero sí que llegaremos al fin de esta cuestión, y estaremos todos de acuerdo. He viajado por el mundo, y mis vivencias con gran parte de estos idiomas no han sido en ningún aspecto hostiles, sino todo lo contrario. Las experiencias vividas marcan un principio y un fin con centenares de seres maravillosos que de alguna manera siempre han estado sujetos a la comprensión de mis deseos o simplemente necesidades cotidianas. En mis paseos y estancias por muchos de estos países he llegado a esta conclusión, sin ánimo ni pretensión de descubrir algo que es obvio, que podríamos llamar así en mayúsculas, EL IDIOMA UNIVERSAL, que de alguna manera une a todos los pueblos, lenguas y razas, con sus símbolos, líneas, trazos, rasgos, formas, que es todo un conjunto en movimiento para llegar a LA PARTITURA MUSICAL, la que nos unifica a través de sus notas, que hace que en el mundo podamos entendernos a través de la música.
Sala Jerónima Galés
Horizontes de Carbrundum
Dicen que la música es el lenguaje universal de la humanidad. Que ella no entiende ni de fronteras ni de lenguas, ni de razas ni de divisiones sociales la música simplemente comunica, dice sin hablar; conquista nuestras almas con la desnudez del saber expresar. Y yo, mujer soñadora y viajera intrépida, dejo que mis manos bajen al compás de Billie Holiday o la sinfonía de Beethoven. Porque si algo he aprendido, después de pisar tierras forasteras y hostiles, es que la puerta de la Torre de Babel, a través de las notas y la melodía, se puede reconstruir.
Claudia Navas, Sa Fieta