Sobre todo a partir de la crisis del 2007, las formaciones de extrema derecha europea han obtenido una nutrida representación electoral, hasta el punto de que —como en los casos de Francia u Holanda— han llegado a disputar el éxito en los comicios a los partidos tradicionalmente hegemónicos, cosa que hubiera significado llegar a la más alta magistratura del Estado. Algunas de esas formaciones, incluso, han accedido en algún u otro momento a tareas de gobierno a través de coaliciones post-electorales (Finlandia o Hungría, por ejemplo).
Hay casos que han sido especialmente llamativos para la opinión pública, como el inopinado auge electoral de Alternativa por Alemania —en un país cuyas leyes prohíben explícitamente el nazismo y sus expresiones ideológicas o simbólicas— o los griegos de Amanecer Dorado, que nunca ha escondido sus simpatías y filiaciones con la extrema derecha europea de los años 30 del pasado siglo: el fascismo italiano y, sobre todo, el nacionalsocialismo alemán, que tuvieron como cabecillas, respectivamente, al Duce Benito Mussolini y al Führer Adolf Hitler. Precisamente la idea de un liderazgo carismático —en el sentido más weberiano del término— es un distintivo caracterològico que tienen en común estas distintas formaciones europeas de extrema derecha, a pesar de las pequeñas divergencias ideológicas que las separan.
Mitin del Front National en las elecciones europeas de 2014 con imagen de Juana de Arco y eslogan anti-europeísta
La nueva extrema derecha está presente en la política europea al menos desde la década de los 70, con el Front National francés
Muchos analistas han relacionado la irrupción política de estas formaciones con los estragos derivados de la crisis del 2007 —que ha causado una grave recesión económica y una considerable contracción del Estado del Bienestar— confiando en que desaparecerán cuando se disperse el temporal económico. Pero esto sería olvidar que estas formaciones han estado presentes en la política europea, salvo un breve paréntesis después de la Segunda Guerra Mundial, desde hace más tiempo del que nos pensamos: el Movimiento Social Italiano (MSI) nació tan pronto como el 1946, el Partido de la Libertad austríaco (FPÖ) lo hizo en 1956 y el Frente Nacional (FN) fue fundado el 1972 por Jean-Marie Le Pen. Un partido que marcó la pauta de las nuevas formas de acción política a las formaciones de extrema derecha que vinieron después
A pesar de sus particularidades idiosincráticas, estos partidos políticos comparten algunos elementos doctrinales que, en cierto sentido, los relacionan con los precedentes de la primera mitad del siglo XX: por ejemplo la nostalgia de un liderazgo carismático (si no directamente mesiánico), las propuestas de homogeneización étnica o la xenofobia (hacia el judío entonces y ahora contra el inmigrante musulmán) o la apuesta por estrategias de retracción nacional (que hoy en día encuentran expresión en la euroescepticismo y la renuncia a la moneda única). Pero también hay otros elementos que los distancian de aquellas muestras tempranas de totalitarismo, sobre todo la aceptación de las formas democráticas de competencia ideológica y partidista.
Precisamente sobre estas diferencias pero también semejanzas entre dos formas de expresión histórica —la actual y la de entreguerras— de un mismo continuum ideológico situado a la extrema derecha hablará el especialista italiano Enzo Traverso en el MuVIM, dentro de los debates que organiza periódicamente la Institució Alfons el Magnànim.
hasta completar el aforo
El historiador italiano Enzo Traverso (Gavi, 1957), doctorado en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, es un consumado especialista en la historia cultural y política de la primera mitad del siglo XX, a la que ha dedicado numerosos artículos y monografías. Ha sido profesor en distintas universidades europeas y actualmente ejerce como catedrático de humanidades en la Cornell University del Estado de Nueva York (Estados Unidos).