Manuel Vicent habla de Berlanga
Daguerrotipo de un genio
El escritor presentará «El verdugo» en el MuVIM el sábado 12 de junio a las 18:30 h
Dios creó al hombre sólo para divertirse. Ese parece haber sido también el cometido de Luis García-Berlanga al hacer cine, naturalmente echando mano primero de un principio egoísta que en este cineasta ha sido fundamental: para que el espectador lo pase bien, primero he tenido que divertirme yo. El talento de Berlanga radica en el caos. Convertir el caos en inspiración: eso es exactamente el mediterráneo.

 

La Real Academia ha aceptado el término berlanguiano. Ya mucho antes de este reconocimiento, ante cualquier hecho surrealista, dramático y al mismo tiempo divertido la gente decía: esto parece de Berlanga. No es nada fácil crear unos personajes a los que uno reconoce en la calle, convertirlos en pasto de sociólogos y asimilar tu nombre a un determinado disparate. Cuando eso sucede el artista se convierte en un creador. Ser amo y señor de unas criaturas es un privilegio que sólo se da en el paraíso. En realidad, Dios creó al hombre sólo para divertirse. Ese parece haber sido también el cometido de Luis García Berlanga al hacer cine, naturalmente echando mano primero de un principio egoísta que en este cineasta ha sido fundamental: para que el espectador lo pase bien, primero he tenido que divertirme yo.

Berlanga se divirtió mucho más enmascarándose que haciendo películas

Pero, ¿cómo era Luís García Berlanga? El se definía si mismo como un anarquista burgués independiente. En el fondo esta etiqueta no era más que otro de sus juegos, porque Berlanga se divirtió mucho más enmascarándose que haciendo películas. Echó la suficiente tinta de calamar alrededor de su figura como para que nadie, a la hora de definirlo, estuviera seguro de si se trataba de un tipo holgazán o trabajador, casto o erotómano, despierto o despistado, activo o abúlico, esnob o fallero. Berlanga podía  ser todo eso a la vez, pero su cine no admitía discusión: nada de distanciamiento brechtiano, ni incomunicación de Antonioni, ni estética de Visconti, ni teología laica de Bergman, ni planos con el color teta de novicia de aquel Lelouch, ni elucubraciones intelectuales de la Nouvelle Vague ni otro padre conocido. Partiendo de los sainetes del valenciano Escalante, lo de Berlanga, en apariencia, fue montar en cada rodaje un pequeño circo rodeado de amigos de confianza, a la manera de un capricho de señorito, que al final dio como resultado un mundo propio, inteligente, fresco e intuitivo, entre la sátira risueña y el sarcasmo negro, sobre todo cuando se produjo el contacto explosivo con el genial guionista Rafael Azcona.

Convertir el caos en inspiración: eso es exactamente el mediterráneo

Por otra parte el talento de Berlanga radica en el caos y en esto se nota que es un genio, más allá de la lata que daba con las paellas y el punto del arroz, que examinaba de cerca poniéndose las gafas de intelectual. Convertir el caos en inspiración: eso es exactamente el mediterráneo. Ser libre dentro de la confusión y dar la apariencia de un exceso cuando se está atado a una férrea disciplina. Ésa ha sido su obra de arte. Con la libertad, el caos, el talento y el sarcasmo, este cineasta construyó un juguete inteligente con marca de fábrica, con el que ha pasado a la historia.

 

Imagen de la exposición «Berlanga por El Flaco» (MuVIM 2021)

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