Solemos considerar las disciplinas artísticas de manera diferenciada, como si habitaran compartimentos estancos sin ninguna comunicación entre ellos: la música por un lado, la pintura por otro, el teatro aquí, el cine allá. Pero la realidad es muy distinta y las sinergias entre artistas de diferentes campos y disciplinas era y es moneda corriente. Solo hay que recordar Un chien andalou (1929), el cortometraje surrealista fruto de la colaboración entre el cineasta aragonés Luis Buñuel y el pintor catalán Salvador Dalí.
Pablo Ruiz Picasso (1881-1973)
En el París del primer cuarto del siglo XX —capital, todavía, del mundo y de un país que había librado y vencido la Gran Guerra—, el arte vivió una época esplendorosa por la gran experimentación formal a la que fue sometido en todas las disciplinas. Se trataba de derrocar clichés, consignas y rígidos patrones establecidos por la Academia en el siglo anterior, el XIX. «Noi vogliamo distruggere i musei, le biblioteche, le accademie d'ogni specie», anunciaba de manera grandilocuente Filippo Tommaso Marinetti en el Manifesto del Futurismo de 1909.
Pablo Ruiz Picasso, del que el año pasado se conmemoró el cincuentenario de su muerte, no fue inmune a ese espíritu de mutua contaminación creativa. En ese sentido, son ejemplo sus colaboraciones con el compositor Erik Satie —él prefería autodenominarse «fonometrógrafo» (el que mide y escribe sonidos)—, que se materializaron, por ejemplo, en el ballet Parade (1917), basado en un poema de Jean Cocteau, con música de Satie y escenografía y vestuario de Picasso.
El «fenometrògraf» Erik Satie (1866-1925)
Recreando aquel ambiente parisién de elevada experimentación y contagio creativo, Miguel Borrego y Carlos Apellániz ofrecen en el MuVIM un concierto-homenaje al Picasso de aquel tiempo de efervescencia artística, en el que interpretan piezas de autores coetáneos al pintor de Málaga: el Stravinski del periodo neoclásico, con su Divertimento para piano y violín; el compositor franco-suizo Arthur Honegger, que hermanaba dos tradiciones musicales tan fecundas como la germánica y la francesa; el francés Francis Poulenc —miembro, como Honegger, del grupo de músicos Les Six—, quien en 1942-43 dedicó una sonata a un poeta granadino asesinado en la contienda Civil española, Federico García Lorca; y, por supuesto, las Gnossiennes del «gimnopedista» normando Éric-Alfred-Leslie Satie, personaje omnipresente en le mond de l’art de aquel París irrepetible.
Las entradas son gratuitas y se repartirán (máximo dos entradas por persona) a partir de las 11 h en el vestíbulo del museo
Sin entrada no se podrá acceder al Salón de Actos
Miguel Borrego, violín. Se formó en el Real Conservatorio de Música de Madrid, con Premio de Honor Fin de Carrera. A los 14 años ya representó a España en el concierto de Jóvenes Solistas de la UER. Ha cosechado numerosos premios y ha actuado, como solista, en orquestas españolas e internacionales. Actualmente compagina su carrera artística y su actividad pedagógica con el puesto de Concertino de la Orquesta de RTVE. Toca un violín Carlo Tononi (Bolonia, 1710).
Carlos Apellániz, piano. Empezó sus estudios musicales con la pianista Françoise Doué y perfeccionó su formación musical en el Conservatoire Nationale Superieur de Musique et Danse de París con Jacques Rouvier y Pascal Devoyon. Su sólida carrera lo ha llevado a ganar cinco primeros premios internacionales y desarrollar una ininterrumpida actividad musical que lo ha llevado a actuar por varios países de casi todos los continentes.