El 14 de octubre de 1957, ya a finales de la autarquía, Valencia sufrió una inundación de proporciones extraordinarias. Las había sufrido en el pasado (como en 1949), pero en esta ocasión las consecuencias fueron todavía más graves. Hasta entonces las murallas, derribadas en el siglo XIX, y los pretiles, la habían protegido de las crecidas del Turia durante siglos, mientras que las aguas desbordadas se expandían preferentemente por la huerta.

Foto: Cabrelles Sigüenza. Arxiu Històric Municipal de València. Ajuntament de València

Pero en 1957 el escenario ya no era el mismo. Aunque todavía era una ciudad huertana, en la margen izquierda del río Turia ya se estaban construyendo barriadas populares. Además, el desarrollo del puerto y los distritos marítimos había generado una barrera continua a lo largo de la costa. Por esta causa, las características de la inundación fueron distintas. El agua, además de inundar parte del centro histórico, con muchos daños especialmente en el barrio del Carmen, arrasó los arrabales de la margen izquierda y al llegar a la costa, se abrió paso a través de los distritos marítimos y las vitales instalaciones portuarias, energéticas y de transporte. La catástrofe motivó numerosas muestras de solidaridad con la población damnificada.

La crecida del Turia del 14 de octubre tuvo dos ondas. La primera, de madrugada, produjo la mayoría de las víctimas. La del mediodía aportó mayor caudal, unos 3.700 m3/s, y causó muchos más daños materiales

Al día siguiente el barro lo cubría todo. Las semanas posteriores, con la activa participación del Ejército, se desarrolló la denominada Batalla del Barro y se reconstruyeron los nexos con el puerto, vitales para la economía. Mientras se avanzaba en la reparación de los servicios básicos y resurgía la vida urbana, la sociedad valenciana vio en la reconstrucción una vía para resolver los atrasos en infraestructuras que la Guerra Civil y la autarquía habían agudizado. En este contexto se recuperó la idea ambiciosa de desviar el río, y al tiempo reestructurar los enlaces ferroviarios que atenazaban la ciudad y planificar su expansión en la margen izquierda del Turia, resolviendo el déficit crónico de viviendas. Además, había que revitalizar el puerto, dotar de saneamiento a gran parte de la ciudad, abrir nuevos accesos por carretera, planear el futuro urbanístico, etc.

Foto: Cabrelles Sigüenza. Arxiu Històric Municipal de València. Ajuntament de València

Ante la escasa iniciativa del gobierno franquista durante los meses posteriores a la riada, instituciones cívicas de la ciudad criticaron la postergación e infrafinanciación. Sus voces fueron silenciadas. El alcalde fue cesado, pero al tiempo los planes fueron simultáneamente aprobados. Aunque finalmente tardaron en realizarse, su silencio no fue en vano.